sábado, 1 de marzo de 2008

EL PAJARO

Lo compré, claro está, porque me dio la gana, por los colores verde, azul, amarillo... de sus alas. Lo compré porque estoy ebrio, atrapado en medio de la noche; me acompaña el recuerdo de los Pérez, los López; los primeros con su arrogancia absurda, los segundos con su interminable ambición, queriendo atrapar al mundo entero en un solo puño de la mano.

Estoy en medio de la noche, sosteniendo en mi mano este colorido pájaro de madera, que fue tallado, supongo, por laboriosas y amorosas manos.

Tengo 52 años y estoy ebrio, traigo un sombrero calzado en la cabeza, mientras observo el continuo picar del pájaro en su cazuelita de madera, picar vano porque no contiene nada adentro, insistir infructuoso.

Miro mis manos, con las huellas del tiempo vivido, y avergonzado, le entrego el pájaro a un niño, él lo recibe contento, con sus ojos de niño, y allá va con sus colores de fiesta: azul, verde, rojo, amarillo... igual a los colores que tiene México. México es un juguete en las manos del destino, juguete en los dedos de Dios.

Ojalá Dios si pueda ver a México con sus otros ojos, con sus ojos de niño.

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