miércoles, 26 de noviembre de 2008

Cristobal Colon

La banda sonora de la película 1.492, compuesta por Vangelis, me ha inspirado, por un momento quise ponerme en los zapatos de Cristóbal Colón.

Un hombre que lucho por un ideal, por cumplir un sueño; un hombre que fue tachado de loco, idealista y hasta hereje; un hombre que un buen día decidió dejar atrás todo para emprender la travesía más formidable de la que el hombre tenga memoria. Un hombre que dejo atrás cualquier sentido del orgullo y altivez, al viajar de nación en nación pidiendo, suplicando, insistiendo, exponiendo sus teorías; que soporto rotundos NO, y que sin embargo no ceso en su en su campaña, hasta que por fin logro ver como su gran sueño de viajar se hacía realidad.

Se aventuro por el Atlántico, por el inmenso océano atlántico, armado nada más que con 3 Carabelas y un puñado de hombres, de los cuales la mayoría poco o nada sabían de navegar y todos ellos - hasta el mismo Colon - sintieron miedo, miedo a lo desconocido, miedo a no regresar, miedo a morir en el intento o peor aún miedo a regresar la derrotados. Colón viajo solo con sus sueños, no como lo hacen los grandes guerreros acompañados de sus más aguerridos combatientes, leales e incondicionales; Colon viajo solo, acompañado por quienes solo veían en ese viaje la oportunidad de escapar de sus condenas, viajo con una tripulación que no le era fiel, que no le era leal, una tripulación que se amotino e intento asesinarlo, con una tripulación que si bien no había zarpado ya veía fracasar la empresa; Colon emprendió la travesía más grandiosa de la humanidad solo, armado con sus sueños y su valor.

Esos días debieron ser interminables, esos días debieron ser de zozobra, debió sentir muchas veces la derrota que le debería presagiar la inmensidad azul de mar, esas olas embravecidas que debieron atormentar y nublar sus sueños; el amotinamiento de su tripulación debió consumir por momentos su corazón; el ver al horizonte y no encontrar su anhelada tierra le debió doler en lo más profundo de su ser.

Pero entre más adversa era la situación, mas valiente y resuelto fue, no ceso nunca, a veces pienso que ya él había decidido, ya antes de emprender el viaje, que si no encontraba tierra, no regresaría, por eso fue tan tenaz en continuar el viaje hasta el fin, si no llegaba a su tierra prometida, nada ya tendría valor para él.

Aquel 12 de octubre de 1.492, debió ser el día más maravilloso para él y para todos los que lo acompañaron, apenas puedo imaginar como sus corazones latían con tanta fuerza que sintieron iban a morir, sus ojos se nublaron con las lagrimas que salían de sus ojos producto de una infinita emoción; cierro los ojos y los puedo ver gritando de felicidad, cierro los ojos y los puedo ver abrazándose; cierro ojos y lo puedo ver a él, llorar en silencio, para luego gritar: ¡suelten las anclas! ¡Preparen los botes! ¡Llego el momento de desembarcar! Mientras su espíritu experimentaba la inmensidad de saber había cumplido su sueño. Y luego de eso, no esperar a llegar a tierra firme, saltar al agua y correr en contra de las olas, hasta tocar tierra y allí caer de rodillas, sentir que su corazón se recogía ante el grandioso espectáculo que le brindaban las tierras americanas, sus ojos aún debían estar anegados por el llanto y dio gracias a su Dios.

Grande fue Cristóbal Colon, grande es y será por siempre, contra todo pronostico alcanzo su sueño y realizo quizá el último gran descubrimiento del hombre en la tierra, armado solo de fe y valor.

Su nombre será recordado por siempre, su recuerdo solo morirá cuando la misma humanidad muera.



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